quinta-feira, 3 de maio de 2012

Mansedumbre y descanso.

 Capítulo 9

5:5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.

Si quisiéramos describir la humanidad a una persona que no conoce podríamos hacerlo tomando los antónimos de las virtudes que sigue las bienaventuranzas. Así tendríamos una exacta descripción de la humanidad. Los antónimos de las bienaventuranzas es la sustancia moral del cual está compuesto el mundo civilizado. Todo ambiente  está contaminado, lo respiramos a cada momento y bebemos de el con el leche materno.

En un mundo como este, las palabras de Jesús suenan de una manera maravillosa y totalmente nueva. Jesús no estaba expresando su opinión. Él no estaba haciendo conjeturas, mucho por lo contrario, Él sabia todas las cosas. Sus palabras no fueron como las de Salomón, la suma de una profunda sabiduría o resultado de una cuidadosa observación. Él hablaba de la plenitud de su divinidad y sus palabras son la propia verdad. Él era el único que podría haber dicho «las bienaventuranzas». Sus palabras fueron apoyada por hechos poderosos nunca vistos en la tierra. Obedecerlas es prueba de gran sabiduría.

Como generalmente pasaba, Jesús usó la palabra «manso» en una frase corta y resumida y después amplió la idea en este mismo evangelio cuando dijo «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga». (Mat 11:28-30).

En  este texto vemos dos conceptos opuestos «carga» y «ligera». Esta carga no se trata de cualquier problema que el hombre pueda pasar en esta vida. Esta carga los ricos y pobres sufren de la misma forma, porque es un estado que ni la riqueza ni  el placer puede nos libertar.

Hagamos un examen de esta carga. Ella se localiza en nuestro intimo. Llega primeramente al corazón y a la mente y afecta el cuerpo de dentro hacia fuera. Primeramente tenemos la carga del «orgullo». Hacemos un gran esfuerzo para resguardar nuestro amor-propio. ¿Cómo podemos tener paz interior? Nuestro tremendo esfuerzo para defender nuestra imagen, nuestro honor y lo que van pensar de nosotros jamás permitirá que gocemos de paz. Si persistimos en esta luchas, con el pasar de los años esta carga se quedará insoportable.

Nadie esta obligado a llevar esta carga pesada. Jesús nos invita a descansar en Él, y la mansedumbre es el método aplicado. El hombre manso no se importa si alguien es mayor que él, porque ha aprendido que las cosas que el mundo valora ya no son importantes para él y no vale la pena luchar por ellas. Por lo contrario, desarrolla un sentido de humor y pasa a decir: “¡Así que fuiste olvidado! ¿Te engañaron? ¿Han dicho que eres algo sin importancia? ¿Estás triste porque están diciendo exactamente lo que has dicho de ti? Ayer estuviste orando que no eras nada, que eras indigno, que viene del polvo ¿Por qué eres tan incoherente? Vamos humíllense y dejen de preocuparse con que los otros piensan.

El hombre manso no es cobarde y tampoco vive atormentado por el reconocimiento de su inferioridad. Reconoce que la evaluación que Dios hace de su vida es correcta. Comprende que es débil y necesitado tal como Dios lo describe. Este es su lema. Sabe perfectamente que el mundo jamás lo verá como Dios lo ve y por eso hace mucho que ha dejado de importarse con los conceptos de los hombres.

En este proceso seguramente ya habrá encontrado descanso para su alama. Si andar en mansedumbre quedará satisfecho en permitir que Dios lo defienda. Ya que no hay que luchar por el «yo» porque ha encontrado la paz que la mansedumbre proporciona.

Otra carga que esteremos libre es la del «fingimiento». Cuando hablo de fingimiento, no hablo de hipocresía si no del deseo muy común del hombre de mostrar al mundo lo mejor de si, ocultando su verdadera pobreza y miseria interna. Difícilmente encontrado en alguien que quiere ser visto exactamente como es, sin tratar de forzar una apariencia exterior para el mundo. El miedo de ser descubierto corroe el corazón humano.

Nadie debe menospreciar estas verdades. Esta carga es real y mata de a poco. Ella mata estas víctimas que viven de esta forma nociva y ante-natural. Esta mentalidad adquirida al paso de los años hace con que la mansedumbre auténtica nos parezca irreal como un sueño y distante como las estrellas.

Otro pecado que representa una carga pesada para el hombre es lo «artificialidad». Estoy seguro de que la mayoría de las personas viven con el miedo de que algún día un amigo o enemigo logre ver el interior de su alma vacía y pobre. De esta forma ellas viven en constante tensión. Las propagandas se basan casi enteramente en el habito de las personas se preocuparen con la apariencia externa. Ofrecen curso sobre este o aquel campo del saber humano, lo cuales apunta al deseo que la víctimas tiene de sobrepasar a los demás. Venden libros, inventan ropas y cosméticos, jugando continuamente con ese deseo del hombre de parecer lo que no es. La artificialidad es una maldición que desaparece en el momento que nos arrodillamos a los pies de Jesús e nos rendimos a su mansedumbre. A partir de este momento no nos incomoda los que las personas piensan de nosotros, solo nos interesa la aprobación de Dios.

Es necesario bastante valor al principio, pero la gracia necesaria nos será concedida, pues veremos que estaremos compartiendo esta otra carga con el hijo de Dios. El mismo dice «mi yugo», y él mismo lo carga el yugo junto con nosotros.

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