Capítulo 3
Por la sangre de Cristo
debemos entra en la presencia de Dios sin miedo... Hebreos 10:19
Entre las declaraciones
de los padres de la iglesia la más conocida es: «Nos has creado
para ti y no habrá paz en nuestro corazón mientras no encontramos
descanso en ti» San Agustín.
Esta es una declaración
es un rayo “X” del interior del corazón del hombre. El
entendimiento de esta verdad viene solamente por el toque
esclarecedor de Dios. Esta meditación esta direccionada a estas
personas.
Fuimos creados para
disfrutar del pleno gozo y paz de Dios. Pero en lugar de eso nos
unimos a satanás con sus seguidores para vivir independiente de Dios
y huir de su presencia.
Esta fue la actitud de
Adán, ocultándose detrás de los arboles. La actitud de Pedro
cuando dijo «Señor, quítate de mi, porque soy pecador» Lc 5:8.
Así es la vida del
hombre en la tierra, distante de la presencia de Dios, separado de la
«fuente bendecida», que es su verdadero lugar de habitación, su
estado original que no mantuvo, la posición perdida, la causa de su
incesante falta de paz.
Toda la obra de Dios,
en la redención, tiene por finalidad deshacer las trágicas
consecuencia de esa calamitosa rebelión llevándonos a una relación
correcta y eterna con él.
El proceso del retorno
del alma del desierto del pecado hacia la presencia de Dios es
ilustrado en el tabernáculo del viejo testamento.
El pecador,
primeramente entraba en el atrio donde ofrecía sacrificio con sangre
sobre el altar de bronce. Se lavaba en una fuente cerca de allí.
Después pasaba por el velo en donde no había luz natural pero que
era iluminado por el candelero de oro. Símbolo de Jesús, la luz del
mundo. Allí también estaba la mesa de los panes que representaba el
pan de vida que es Jesús. Otra cosa que tenia allí era el altar de
incienso como figura de la oración incesante.
Hasta este punto el
adorador había disfrutado de varias cosas, con todo aun no llegaba a
la presencia de Dios.
Mientras perduró el
tabernáculo, solamente el sumo sacerdote entró en la presencia de
Dios un vez al año traspasando el velo del santísimo lugar que era
la presencia de Dios. Cuando Jesús murió en la cruz, el velo del
templo se partió de arriba hasta abajo. Este hecho abrió el camino
para que cualquier hombre pueda acercarse a la presencia divina por
medio del nuevo y vivo camino, el señor Jesús.
«Dios quiere que
lleguemos osadamente a su presencia y que nos quedemos allí
permanentemente». Esta es una verdad que debe ser gustada de manera
consiente, es algo que debe ser vivido a cada momento y cada día.
El mundo está
padeciendo por no conocer a Dios y la iglesia tiene hambre espiritual
por no contar con su presencia.
La mayoría de los
males se sanaría instantáneamente si entrásemos en la presencia de
Dios.
Eso quitaría la
tristeza del espíritu y expandiría nuestros corazones. El fuego de
Dios consumiría las impurezas de nuestras vidas.
Un teólogo llamado
Spinoza, escribió sobre el amar a Dios intelectualmente, y hay algo
de verdad en lo que él dice, pero el amor que Dios quiere del hombre
no es el intelectual sino el espiritual. Dios es espíritu y
solamente el espíritu del hombre puede realmente conocerlo.
Los corazones que están
llenos del amor de Dios son los que demoran en su presencia divina y
contemplan con ojos abiertos la majestad del Señor. Estos tipos de
hombres y mujeres poseen calidades especiales que hacen de ellos
desconocidos e incomprendidos por los demás. Ellos son profetas y no
escribas. Por que el escriba habla de lo que lee, pero el profeta
habla de lo que vio.
La voz del escriba
habla de principios y leyes, pero ¿Donde están los profetas? La
iglesia espera la voz tierna del santo que entró en la presencia de
Dios.
No debemos olvidar que
penetrar el velo y reclamar una experiencia sensible y real con la
presencia del Señor, es un privilegio otorgado a todos los hijos de
Dios. Ahora que no hay velo. Con la muerte de Cristo no hay barreras
para que entremos en la presencia de Dios ¿Por qué quedamos afuera?
¿Por qué concebimos en estar lejos de la presencia de Dios? ¿Por
qué no escuchamos la voz del novio diciendo «muéstrame tu rostro,
hazme oír tu voz, porque tu voz es dulce y tu rostro es amable»?
Cant 2:14
¿Qué nos impide de
entrar en la presencia de Dios? Un velo en nuestros corazones. El
velo de nuestra antigua y decaida naturaleza. Un velo tejido con los
hilos del «YO» que son:
*
Justicia propia
*
Autocompasión
*
Amor propio
*
Autoconfianza
*
Autosuficiencia.
*
Autoadmiración.
*
Y todo ejercito de defectos de la personalidad.
El «Ego» es el que
oculta de nosotros el rostro de Dios. Este velo solo puede ser
removido con una experiencia espiritual y nunca por una experiencia
intelectual. Seria como sacar del cuerpo la lepra por medio de
instrucciones médicas.
Romper este velo no es
una experiencia agradable. Romper este velo es romper a nosotros
mismo, es herirnos y hacernos sangrar. Es esto lo que la cruz hará a
todos los hijos de Dios que quiere ser libertados del «YO».
No osemos contentarnos
con una doctrina bien ordenada de autocrucifixión. Eso seria imitar
a Saúl que guardó los mejores animales y despojos.
Luchemos para que la
obra sea realmente realizada en nosotros y así será. Después de
eso ven la resurrección en gloria y poder, y el dolor será olvidado
delante de la alegría de haber quitado el velo y de vivir una
experiencia real del espíritu, llegando hasta la presencia de Dios.