sábado, 17 de março de 2012

Quitando el velo

Capítulo 3
Por la sangre de Cristo debemos entra en la presencia de Dios sin miedo... Hebreos 10:19

Entre las declaraciones de los padres de la iglesia la más conocida es: «Nos has creado para ti y no habrá paz en nuestro corazón mientras no encontramos descanso en ti» San Agustín.

Esta es una declaración es un rayo “X” del interior del corazón del hombre. El entendimiento de esta verdad viene solamente por el toque esclarecedor de Dios. Esta meditación esta direccionada a estas personas.

Fuimos creados para disfrutar del pleno gozo y paz de Dios. Pero en lugar de eso nos unimos a satanás con sus seguidores para vivir independiente de Dios y huir de su presencia.

Esta fue la actitud de Adán, ocultándose detrás de los arboles. La actitud de Pedro cuando dijo «Señor, quítate de mi, porque soy pecador» Lc 5:8.

Así es la vida del hombre en la tierra, distante de la presencia de Dios, separado de la «fuente bendecida», que es su verdadero lugar de habitación, su estado original que no mantuvo, la posición perdida, la causa de su incesante falta de paz.

Toda la obra de Dios, en la redención, tiene por finalidad deshacer las trágicas consecuencia de esa calamitosa rebelión llevándonos a una relación correcta y eterna con él.

El proceso del retorno del alma del desierto del pecado hacia la presencia de Dios es ilustrado en el tabernáculo del viejo testamento.

El pecador, primeramente entraba en el atrio donde ofrecía sacrificio con sangre sobre el altar de bronce. Se lavaba en una fuente cerca de allí. Después pasaba por el velo en donde no había luz natural pero que era iluminado por el candelero de oro. Símbolo de Jesús, la luz del mundo. Allí también estaba la mesa de los panes que representaba el pan de vida que es Jesús. Otra cosa que tenia allí era el altar de incienso como figura de la oración incesante.

Hasta este punto el adorador había disfrutado de varias cosas, con todo aun no llegaba a la presencia de Dios.

Mientras perduró el tabernáculo, solamente el sumo sacerdote entró en la presencia de Dios un vez al año traspasando el velo del santísimo lugar que era la presencia de Dios. Cuando Jesús murió en la cruz, el velo del templo se partió de arriba hasta abajo. Este hecho abrió el camino para que cualquier hombre pueda acercarse a la presencia divina por medio del nuevo y vivo camino, el señor Jesús.

«Dios quiere que lleguemos osadamente a su presencia y que nos quedemos allí permanentemente». Esta es una verdad que debe ser gustada de manera consiente, es algo que debe ser vivido a cada momento y cada día.

El mundo está padeciendo por no conocer a Dios y la iglesia tiene hambre espiritual por no contar con su presencia.

La mayoría de los males se sanaría instantáneamente si entrásemos en la presencia de Dios.

Eso quitaría la tristeza del espíritu y expandiría nuestros corazones. El fuego de Dios consumiría las impurezas de nuestras vidas.

Un teólogo llamado Spinoza, escribió sobre el amar a Dios intelectualmente, y hay algo de verdad en lo que él dice, pero el amor que Dios quiere del hombre no es el intelectual sino el espiritual. Dios es espíritu y solamente el espíritu del hombre puede realmente conocerlo.

Los corazones que están llenos del amor de Dios son los que demoran en su presencia divina y contemplan con ojos abiertos la majestad del Señor. Estos tipos de hombres y mujeres poseen calidades especiales que hacen de ellos desconocidos e incomprendidos por los demás. Ellos son profetas y no escribas. Por que el escriba habla de lo que lee, pero el profeta habla de lo que vio.

La voz del escriba habla de principios y leyes, pero ¿Donde están los profetas? La iglesia espera la voz tierna del santo que entró en la presencia de Dios.

No debemos olvidar que penetrar el velo y reclamar una experiencia sensible y real con la presencia del Señor, es un privilegio otorgado a todos los hijos de Dios. Ahora que no hay velo. Con la muerte de Cristo no hay barreras para que entremos en la presencia de Dios ¿Por qué quedamos afuera? ¿Por qué concebimos en estar lejos de la presencia de Dios? ¿Por qué no escuchamos la voz del novio diciendo «muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz, porque tu voz es dulce y tu rostro es amable»? Cant 2:14

¿Qué nos impide de entrar en la presencia de Dios? Un velo en nuestros corazones. El velo de nuestra antigua y decaida naturaleza. Un velo tejido con los hilos del «YO» que son:

* Justicia propia
* Autocompasión
* Amor propio
* Autoconfianza
* Autosuficiencia.
* Autoadmiración.
* Y todo ejercito de defectos de la personalidad.

El «Ego» es el que oculta de nosotros el rostro de Dios. Este velo solo puede ser removido con una experiencia espiritual y nunca por una experiencia intelectual. Seria como sacar del cuerpo la lepra por medio de instrucciones médicas.

Romper este velo no es una experiencia agradable. Romper este velo es romper a nosotros mismo, es herirnos y hacernos sangrar. Es esto lo que la cruz hará a todos los hijos de Dios que quiere ser libertados del «YO».

No osemos contentarnos con una doctrina bien ordenada de autocrucifixión. Eso seria imitar a Saúl que guardó los mejores animales y despojos.

Luchemos para que la obra sea realmente realizada en nosotros y así será. Después de eso ven la resurrección en gloria y poder, y el dolor será olvidado delante de la alegría de haber quitado el velo y de vivir una experiencia real del espíritu, llegando hasta la presencia de Dios.