Capítulo 8
Dios mío,
tu eres por encima del cielo. ¡Tu gloria llena toda la tierra.. Sal
57:5 (Biblia Dios habla hoy).
Ya
sabemos que la naturaleza depende del equilibrio de fuerzas y
engranajes que existen en el universo. Y que para que esta armonía
esté presente cada elemento debe estar en su posición correcta en
relación a los demás.
En los
capítulos anteriores fue dado indicios que la causa de todas
nuestras miseria humana es separación de Dios, la falta de intimidad
con Él. Una vida espiritual satisfactoria siempre tiene inicio con
el cambio completo en la relación entre Dios y el pecador. No se
trata de un cambio judicial si no que un cambio consciente y de
experiencias, que afecta la naturaleza del pecador.
En la
parábola del hijo pródigo, vemos que el hijo, que él perdió su
derecho judicial de hijo, pero, al restaurar su posición de hijo, el
padre no solamente estaba devolviendo lo que él perdió en términos
materiales, sino que estaba feliz por la alegría de relacionarse con
con como padre e hijo.
Para
entender mejor la ilustración del equilibrio del universo, debemos
establecer un punto de comparación, algo que sea fijo y equilibrado,
que no es afectado por la relatividad, algo que podamos decir esto
«ES» en términos absoluto, sin la necesidad de acrecentar
cualquier calificativo. Ya vamos adelantando que Dios es este centro.
Cuando
Dios habla en primera persona el dice «YO SOY». Cuando no referimos
a él decimos: «ÉL ES», cuando hablamos con Él decimos: «TU
ERES». Todas las criaturas y todas las cosas son evaluada con este
punto fijo. Cuando Dios dice «SOY LO QUE SOY» él está diciendo
que no cambia.
Grande
parte de nuestra dificultad tiene origen en nuestra falta de
disposición de aceptar a Dios tal cual como él es y ajustar nuestra
vidas a esta realidad. Insistimos en tratar de cambia a Dios,
haciendo a él más de acuerdo a nuestra imagen.
Solamente
podemos tener una relación correcta con Dios aceptando a Dios con él
es, y aprendiendo a amarlo como él es. Y si tratamos de conocerlo
mejor vamos a gustar de un gozo inexplicable del hecho de Dios ser
como Él es. Algunos de los momentos más arrebatadores que podemos
conocer son aquellos que pasamos en adoración a su divinidad.
Adorando a Dios por lo que Él es, no por lo que queremos que sea.
La
búsqueda de Dios exigirá que ajustemos nuestra personalidad la
suya. Y eso, no en términos de reconciliación y si de
transformación. No estoy hablando de la acción de la justificación
mediante de la fe en Cristo si no del hecho de exaltar
voluntariamente al Señor a la posición que le cabe por derecho.
A partir
del momento en que decidimos poner en práctica la decisión de
exaltar a Dios por encima de todo y dejar de seguir el curso del
resto de la humanidad. Entonces descubrimos que no estamos en
sincronismo con la mayoría de las personas de este mundo y eso será
cada vez más fuerte, cada vez más, a la medida que vamos
progresando en nuestro camino hacia a Dios. Adquirimos una nueva
perspectiva; una nueva mentalidad será formada dentro de nosotros; y
quedaremos sorprendidos con él nuevo poder que fluirá de nuestra
persona.
Nuestro
rompimiento con el mundo será resultado directo del cambio de
nuestra relación con Dios, pues el mundo caído no da gloria a Dios.
Mucho invocan su nombre de verdad y hasta le muestran algo de
respecto pero con una simples verificación se notará que Dios es
poco honrado entre ellos. Cuando se trata de dinero, ambiciones
personales entre otras cosas, en la práctica Dios siempre ocupa el
segundo lugar en sus vidas. Otras cosas serán exaltadas por encima
de Señor. Aun que estas personas se enoje, aleguen, la prueba es el
estilo de vida que llevan, las elecciones que hacen al diario en toda
su vida.
¡Exaltado
seas! Es un lenguaje de experiencia espiritual victoriosa. Esta es
una pequeña llave que abre la puerta de los mayores tesoros de
gracia. Eso es esencial para que Dios reine en la vida del creyente.
Cuando el hombre llega a punto en que su vida se armoniza con el
testimonio de sus labios diciendo constantemente: «¡Exaltado
seas!», entonces millares de problemas será solucionados.
Espero
haber logrado dejar claro la lógica de la preeminencia presentada
por Dios. Esta posición de Señor soberano le pertenece por
justicia, en los cielos y en la tierra. Cuando Dios no ocupa este
lugar en nuestras vidas ella queda desarticulada. El orden no podrá
ser restaurada hasta que tomemos la decisión: «Dios será exaltado
en mi vida». A los que me honre honraré (1 Sam 2:30).
Confrontemos
ahora la vida de los personajes bíblicos que buscaron honestamente
glorificar a Dios en su vidas terrenales. Iremos observar como Dios
pasó por alto sus debilidades y cubrió sus fallas al derramar sobre
sus siervos la gracia y bendiciones de forma extraordinaria. Sea
Abraham, Jacob, David, Daniel, Elías, o quien quiere que
mencionamos, honrar a Dios fue seguido de honra para ellos así como
la cosecha viene después de la siembra. Estos hombres firmaron en su
corazón en el porposito de exaltar a Dios por encima de todo y Dios
aceptó su intención como un hecho y actuó de conformidad con su
determinación. No fue una perfección absoluta pero la sinceridad
del corazón hizo la diferencia.
¿Cómo
podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y
no buscáis la gloria que viene del Dios único? Jua 5:44. Si
entiendo correctamente esta palabras Jesús está declarando la
alarmante verdad que el deseo de honra entre los hombres hace
imposible la confianza en Dios. Si actuamos así exaltamos a nosotros
mismo y el resultado es maldición.
En
nuestro deseo de seguir al Señor jamás debemos olvidar que las
aspiraciones de Dios es tener comunión con sus hijos.
Particularmente con aquellos que tomaron la decisión de exaltar a
Dios por encima de todo. Tales personas son preciosas para Dios, más
que todo tesoro de la tierra y del mar. En tales personas Dios no
encuentra obstáculos para actuar en ellas como Él es.
Tengo
miedo que estas enseñanzas lleguen a alguien de forma intelectual en
lugar de entrar en su corazón. Estas verdades pueden ser aprobadas
por la mente sin contar con el consentimiento de la voluntad para
ponerla en práctica. Es común que la mente decida honra a Dios pero
la voluntad quede indecisa y el ser humano dividido. Sin embargo
antes que el corazón pueda gusta de una verdadera satisfacción, es
necesario que el hombre, con todo su ser, tome la decisión acertada.
Oremos
específicamente por este asunto, poniendo delante de Dios y con
muchas atención para aquello que nuestra oración expresa. Quien ora
con sinceridad no tendrá que esperar mucho tiempo por la aceptación
divina. Dios revelará su gloria delante de sus siervos y pondrá
todos los tesoros a disposición de ellos, pues sabe que su honra
estará segura en las manos de estas personas.