terça-feira, 3 de abril de 2012

El deslumbramiento del alma.


Capítulo 7

Pase lo que pase, no debemos quitar nuestra mirada del autor y consumador de nuestra fe, Jesús. Heb 12.2

Cuando un hombre normal y sencillo lee la biblia sin cualquier conocimiento previo de ella y la lee sin cualquier pre-concepto, sin tener que probar o defender algo, él no tardará a entender que ciertas verdades tienes sus orígenes en la biblia. Estas verdades son los principios que regula la relación entre el hombre y Dios. Este hombre está realmente descubriendo lo que enseña la biblia.

De entre la varias cosas que este hombre descubre una de ellas es la importancia de la fe. Sin ella es imposible agradar a Dios. Sin ella no se puede haber acercamiento a Dios, ni perdón, ni salvación, ni comunión y tampoco vida espiritual en cualquier sentido.

Pues bien, si la fe tiene una importancia tan vital y es indispensable para la búsqueda de Dios es natural que nos quede una profunda preocupación en saber si tenemos este don precioso. Esa preocupación nos lleva a inquirir sobre la naturaleza de nuestra fe, preguntado ¿Qué es fe? Y esta pregunta exigiría una respuesta, si es que esta puede ser dada.

Casi todos los que predican a cerca de la fe terminan sofocando las personas con sus terminologías rebuscadas dando definiciones y definiciones que debilitan el tenue hilo de la fe hasta que desaparezca de la comprensión de las personas. Entonces nos quedamos desilusionados y seguimos en la misma.

Las escrituras no hace gran esfuerzo para definir la fe. Hay una breve definición con 19 palabras en Hebreos 11:1. Este pasaje define la fe funcionalmente. En otras palabras, la fe es definida por lo que hace «su acción» y no por lo que es «su esencia».

La biblia también habla del origen de la fe «es don de Dios» Ef 2:8 y de como llega a las personas «la fe viene por la predicación de la palabra de Cristo» Rm 10:17.

Las palabras de Tomás Kempis «prefiero ejercer la fe que conocer su definición», es una buena forma de lidiar con la fe en lugar de perderse en la búsqueda de la definición de la fe. Debemos dejar de ver la fe como una definición y verla como una experiencia en acción así nuestros pensamientos serán de naturaleza prácticas y no teóricas.

Jesús habló de un incidente del antiguo testamento (Nm 21:4-9) Él dijo: «Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». Ju 3:14-15.

Aquel hombre, que lea la biblia sin conocimiento previo llegara a esta conclusión: «mirar» es lo mismo que «creer» y entendería que el pueblo de Israel tendría que mirar con los ojos físicos para la serpiente de bronce y que para nosotros esto tiene lugar en el corazón. Pienso que su conclusión seria que la fe es el mirar fijo del alma que contempla el Dios salvador. «A ti alcé mis ojos, A ti que habitas en los cielos. He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, Hasta que tenga misericordia de nosotros». Sal 123:1-2. En este punto, el hombre que busca misericordia, mira hacia a Dios y no descansa hasta que alcance misericordia.

El poder de Jesús consistía en que jamás desviaba sus ojos del Padre, Mat 14:19, Ju 5:19-21.
«Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe...» (Hb 12:2) Llegamos a la conclusión de que la fe no es un echo aislado. Practicado una sola vez y si un mirar constante y fijo del corazón hacia Dios.

La fe, de entre todas las virtudes, es la que menos valora a si mismo. Tal como el ojo ve todo lo que está delante de el, pero no ve a si mismo, así también es la fe. Se ocupa solamente del objeto a cual se fija y no da la mínima atención a si misma. Mientras contemplamos a Dios no veremos a nosotros mismo.

La fe, en si misma, no es el motivo de nuestra alegría. Nuestra alegría debe estar en aquel en quien la fe está depositada. La fe es la re-orientación de nuestra visón. Dejamos de enfocar en nuestro «yo» y ponemos Dios en el foco de nuestra visión.

«Mas ¿Qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos» (Rm 10:8). La palabra de Dios nos lleva a elevar los ojos en dirección al Señor y es así que comienza a obrar la fe.

Concluimos que fe es «mirar» y eso puede ser hecho sin formalidades o ritos religiosos. Eso puede ser ejercido en cualquier lugar. No existe una ocasión más propia que otra. El lugar en donde estamos no importa.

Felizmente estas declaraciones acerca de la fe está disponible para todos los hijos de Dios y no solamente para aquellos que están dedicados completamente al ministerio. De hecho esta experiencia está siendo gustada por muchas personas ocupadas ya que esta experiencia está a disposición de todos nosotros.

Muchos creyentes ya descubrieron el secreto de lo que estoy diciendo y en lugar de explicar lo que pasa dentro de ellos, sencillamente pone en practica la acción de contemplar a Dios con los ojos del espíritu.