sexta-feira, 20 de abril de 2012

La restauración de la comunión del creador con la criatura.

Capítulo 8

Dios mío, tu eres por encima del cielo. ¡Tu gloria llena toda la tierra.. Sal 57:5 (Biblia Dios habla hoy).

Ya sabemos que la naturaleza depende del equilibrio de fuerzas y engranajes que existen en el universo. Y que para que esta armonía esté presente cada elemento debe estar en su posición correcta en relación a los demás.

En los capítulos anteriores fue dado indicios que la causa de todas nuestras miseria humana es separación de Dios, la falta de intimidad con Él. Una vida espiritual satisfactoria siempre tiene inicio con el cambio completo en la relación entre Dios y el pecador. No se trata de un cambio judicial si no que un cambio consciente y de experiencias, que afecta la naturaleza del pecador.

En la parábola del hijo pródigo, vemos que el hijo, que él perdió su derecho judicial de hijo, pero, al restaurar su posición de hijo, el padre no solamente estaba devolviendo lo que él perdió en términos materiales, sino que estaba feliz por la alegría de relacionarse con con como padre e hijo.

Para entender mejor la ilustración del equilibrio del universo, debemos establecer un punto de comparación, algo que sea fijo y equilibrado, que no es afectado por la relatividad, algo que podamos decir esto «ES» en términos absoluto, sin la necesidad de acrecentar cualquier calificativo. Ya vamos adelantando que Dios es este centro.

Cuando Dios habla en primera persona el dice «YO SOY». Cuando no referimos a él decimos: «ÉL ES», cuando hablamos con Él decimos: «TU ERES». Todas las criaturas y todas las cosas son evaluada con este punto fijo. Cuando Dios dice «SOY LO QUE SOY» él está diciendo que no cambia.

Grande parte de nuestra dificultad tiene origen en nuestra falta de disposición de aceptar a Dios tal cual como él es y ajustar nuestra vidas a esta realidad. Insistimos en tratar de cambia a Dios, haciendo a él más de acuerdo a nuestra imagen.

Solamente podemos tener una relación correcta con Dios aceptando a Dios con él es, y aprendiendo a amarlo como él es. Y si tratamos de conocerlo mejor vamos a gustar de un gozo inexplicable del hecho de Dios ser como Él es. Algunos de los momentos más arrebatadores que podemos conocer son aquellos que pasamos en adoración a su divinidad. Adorando a Dios por lo que Él es, no por lo que queremos que sea.

La búsqueda de Dios exigirá que ajustemos nuestra personalidad la suya. Y eso, no en términos de reconciliación y si de transformación. No estoy hablando de la acción de la justificación mediante de la fe en Cristo si no del hecho de exaltar voluntariamente al Señor a la posición que le cabe por derecho.

A partir del momento en que decidimos poner en práctica la decisión de exaltar a Dios por encima de todo y dejar de seguir el curso del resto de la humanidad. Entonces descubrimos que no estamos en sincronismo con la mayoría de las personas de este mundo y eso será cada vez más fuerte, cada vez más, a la medida que vamos progresando en nuestro camino hacia a Dios. Adquirimos una nueva perspectiva; una nueva mentalidad será formada dentro de nosotros; y quedaremos sorprendidos con él nuevo poder que fluirá de nuestra persona.

Nuestro rompimiento con el mundo será resultado directo del cambio de nuestra relación con Dios, pues el mundo caído no da gloria a Dios. Mucho invocan su nombre de verdad y hasta le muestran algo de respecto pero con una simples verificación se notará que Dios es poco honrado entre ellos. Cuando se trata de dinero, ambiciones personales entre otras cosas, en la práctica Dios siempre ocupa el segundo lugar en sus vidas. Otras cosas serán exaltadas por encima de Señor. Aun que estas personas se enoje, aleguen, la prueba es el estilo de vida que llevan, las elecciones que hacen al diario en toda su vida.

¡Exaltado seas! Es un lenguaje de experiencia espiritual victoriosa. Esta es una pequeña llave que abre la puerta de los mayores tesoros de gracia. Eso es esencial para que Dios reine en la vida del creyente. Cuando el hombre llega a punto en que su vida se armoniza con el testimonio de sus labios diciendo constantemente: «¡Exaltado seas!», entonces millares de problemas será solucionados.

Espero haber logrado dejar claro la lógica de la preeminencia presentada por Dios. Esta posición de Señor soberano le pertenece por justicia, en los cielos y en la tierra. Cuando Dios no ocupa este lugar en nuestras vidas ella queda desarticulada. El orden no podrá ser restaurada hasta que tomemos la decisión: «Dios será exaltado en mi vida». A los que me honre honraré (1 Sam 2:30).

Confrontemos ahora la vida de los personajes bíblicos que buscaron honestamente glorificar a Dios en su vidas terrenales. Iremos observar como Dios pasó por alto sus debilidades y cubrió sus fallas al derramar sobre sus siervos la gracia y bendiciones de forma extraordinaria. Sea Abraham, Jacob, David, Daniel, Elías, o quien quiere que mencionamos, honrar a Dios fue seguido de honra para ellos así como la cosecha viene después de la siembra. Estos hombres firmaron en su corazón en el porposito de exaltar a Dios por encima de todo y Dios aceptó su intención como un hecho y actuó de conformidad con su determinación. No fue una perfección absoluta pero la sinceridad del corazón hizo la diferencia.

¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único? Jua 5:44. Si entiendo correctamente esta palabras Jesús está declarando la alarmante verdad que el deseo de honra entre los hombres hace imposible la confianza en Dios. Si actuamos así exaltamos a nosotros mismo y el resultado es maldición.

En nuestro deseo de seguir al Señor jamás debemos olvidar que las aspiraciones de Dios es tener comunión con sus hijos. Particularmente con aquellos que tomaron la decisión de exaltar a Dios por encima de todo. Tales personas son preciosas para Dios, más que todo tesoro de la tierra y del mar. En tales personas Dios no encuentra obstáculos para actuar en ellas como Él es.

Tengo miedo que estas enseñanzas lleguen a alguien de forma intelectual en lugar de entrar en su corazón. Estas verdades pueden ser aprobadas por la mente sin contar con el consentimiento de la voluntad para ponerla en práctica. Es común que la mente decida honra a Dios pero la voluntad quede indecisa y el ser humano dividido. Sin embargo antes que el corazón pueda gusta de una verdadera satisfacción, es necesario que el hombre, con todo su ser, tome la decisión acertada.

Oremos específicamente por este asunto, poniendo delante de Dios y con muchas atención para aquello que nuestra oración expresa. Quien ora con sinceridad no tendrá que esperar mucho tiempo por la aceptación divina. Dios revelará su gloria delante de sus siervos y pondrá todos los tesoros a disposición de ellos, pues sabe que su honra estará segura en las manos de estas personas.

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